
Los años (2008) es el particular Aleph de Annie Ernaux. Los años contiene “todos los libros que ha escrito. En él están las experiencias que más la han marcado a lo largo de su vida, pero no se queda ahí, sino que tiene el talento de fusionar su memoria individual con la de Francia. A través de su transformación, relata la transformación de su país. De los años cincuenta rescata las frases que oía en su casa, de los grilletes de su educación católica y el ambiente rural; de los sesenta, la liberación sexual; y así hasta los noventa, donde desgrana la sociedad de consumo.” (J. G. Mora-ABC) Una muestra de esta obra, en la que la autora reflexiona sobre el paso del tiempo:
El acontecimiento (Tusquets, 2001), “Este libro recoge la experiencia personal de la autora en torno a un aborto. Comienza cuando la narradora debe hacerse un examen rutinario en la consulta del médico y en la consulta retrocede a enero de 1964, momento de su aborto clandestino. Ha pasado mucho tiempo, pero para ella es un recuerdo imborrable. Cuando se quedó en estado, ocultó su embarazo a padres y amigos cercanos durante dos meses, tiempo en el que se dedicó a buscar "ayuda". Un relato aterrador y terrible de la realidad del aborto ilegal. En marzo llegó a las salas la película, dirigida por Audrey Diwan, que adaptaba la novela”. (Begoña Alonso – ELLE)
Independientemente de la opinión que se tenga sobre este siempre polémico asunto, a unos y a otros nos puede hacer aterrizar y vivir desde lo encarnado y concreto, mirando con distancia nuestros, a menudo, precipitados y despersonalizados juicios. Ernaux nos permite ver, desde su interioridad, a la mujer que se enfrenta al conflicto personal y a la presión social y, sin duda, aporta una vivencia en primera persona que nos permite ampliar la perspectiva más allá de las consignas ideológicas.
Análisis general de la temática de su obra.
Annie Ernaux reivindica la dimensión política de la intimidad en clave femenina. Su obra es un intento de encontrarse a sí misma, y por extensión, nos hace ver la necesidad de encontrar el significado y la identidad del individuo a través de la auto-observación y el contraste, un individuo siempre construido precariamente en el tiempo y en permanente peligro de ahogarse y desaparecer por las presiones sociales y políticas que le angustian. Vivimos tiempos en los que el hombre-masa orteguiano ha vuelto con fuerza. La tecnología nos uniforma con rapidez si no estamos vigilantes. La globalización nos obliga a abandonar interpretaciones localistas y debemos alejarnos del siempre anhelado “calor materno del prejuicio” (Gadamer), de las nostalgias nacionalistas, de las tentaciones de vuelta al terruño y a lo que pasó pero ya no puede ser. Esta surgiendo una nueva mujer, y con ella un varón más consciente y atento a su voz para poder ponerse a su altura y examinar su propia identidad masculina. El temor a lo que “todavía no-es” parece plenamente comprensible. En el contexto actual, esta escritora nos transmite la necesidad de la pausa para la reflexión, para mantener lo que constituye la principal tarea humana, como afirma el conocido lema pindárico: llegar a ser lo que somos, unas y otros.
Reflexión para iluminar y atención para no perdernos: esta es la receta resultante, hecha siempre desde el quicio en el que se unen una sociedad de demandas contradictorias y una individualidad que pretende elevarse y encontrar sentido desde ella.
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